LA TRADICIÓN QUE NUNCA MUERE…
Hola, nuestro nombre es Melanie y Christian y estamos en el grupo 5GM2 del 5° semestre de la Licenciatura en Pedagogía en la Universidad Pedagógica Nacional Ajusco cursando la materia de Comunicación, cultura y educación con el profesor Juan Carlos Rangel
“Después de todo la muerte es
sólo un síntoma de que hubo vida”.
Mario Benedetti
Indagando llegamos a la conclusión de que nuestro tema a investigar será una de las tradiciones más importantes para México, “El día de muertos”. Partiendo de esto nos enfocaremos en el origen de la tradición (nuestros antepasados prehispánicos) y la manera en que esta se lleva a cabo en ciertos estados de la república, cómo: Michoacán, Yucatán, Oaxaca y la Ciudad de México. Para lo cual nos planteamos las siguientes preguntas: ¿Qué significado tiene para ellos esta tradición?, ¿Cómo la viven? Y ¿Cómo se preparan para dar la bienvenida a sus seres queridos que ya han partido?
La época prehispánica
El culto a la muerte era uno de los elementos básicos de la cultura, cuando alguien moría era enterrado envuelto en un petate y sus familiares organizaban una fiesta con el fin de guiarlo en su recorrido al Mictlán. De igual forma le colocaban comida que le agradaba en vida, con la creencia de que podría llegar a sentir hambre.
El Día de Muertos en la visión de los antepasados implica el retorno transitorio de las almas de los difuntos, quienes regresan a casa, al mundo de los vivos, para convivir con los familiares y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares puestos en su honor. En esta celebración de Día de Muertos, la muerte no representa una ausencia sino una presencia; la muerte es un símbolo de la vida que se materializa en el altar que se ofrece. En este sentido se trata de una celebración que conlleva una gran importancia popular ya que comprende distintos significados, desde filosóficos hasta materiales.
Su origen se ubica en la armonía entre la celebración de los rituales religiosos católicos traídos por los españoles y la conmemoración del día de muertos que los indígenas realizaban desde los tiempos prehispánicos; los antiguos mexicas, mixtecas, texcocanos, zapotecas, tlaxcaltecas, totonacas y otros pueblos originarios de nuestro país, trasladaron la veneración de sus muertos al calendario cristiano, la cual coincidía con el final del ciclo agrícola del maíz, principal cultivo alimentario del país.
PANTEÓN MIXQUIC
Foto: Melanie Pardo
Esta celebración del Día de Muertos se lleva a cabo los días 1 y 2 de noviembre ya que esta se divide en categorías: De acuerdo con el calendario católico, el 1 de noviembre corresponde a Todos los Santos, día dedicado a los “muertos chiquitos” o niños, y el día 2 de noviembre a los Fieles Difuntos, es decir, a los adultos. Cada año muchas familias colocan ofrendas y altares decorados con flores de cempasúchil, papel picado, calaveritas de azúcar, pan de muerto, mole o algún platillo que le gustaba a sus familiares a quien va dedicada la ofrenda, y al igual que en tiempos prehispánicos, se coloca incienso para aromatizar el lugar. Asimismo, las festividades incluyen adornar las tumbas con flores y muchas veces hacer altares sobre las lápidas, lo que en apocas indígenas tenía un gran significado porque se pensaba que ayudaba a conducir a las ánimas a transitar por un buen camino tras la muerte.
La tradición también indica que, para facilitar el retorno de las almas a la tierra, se deben esparcir pétalos de flores de cempasúchil y colocar velas trazando el camino que van a recorrer para que estas almas no se pierdan y lleguen a su destino. En la antigüedad este camino llegaba desde la casa de las familias hasta el panteón donde descansaban sus seres queridos. El Día de Muertos se celebra en todo México, teniendo algunas variantes dependiendo la región o el estado.
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